domingo, 15 de septiembre de 2013

TIERNAS Y COMBATIVAS “SESENTONAS”


Cuando era pequeña mis amigas y yo os mirábamos con admiración y deseo, Erais como la hermana mayor que muchas no teníamos. Por vuestra boca aprendimos las canciones de Karina, Mocedades o Serrat. A Los 20 años lucíais con garbo la minifalda, el pantalón de campana o las botas de plataforma y nosotras nos moríamos de envidia, esperando el día que pudiéramos hacer lo mismo. Al ritmo de “las flechas del amor” del “la la la“ o “la mujer que yo quiero“. Ayudabais a nuestras madres a hacer las tareas domésticas, pero con la cabeza en otras cosas: la academia de corte y confección, las clases de mecanografía o el certificado o graduado nocturno o el cine-forum en la parroquia donde os ibais a ver con el chico que os gustaba.

Compartíamos la habitación, la cama turca o la litera pero siempre el mejor espacio en la pared era para Alain Delon, Tom Jones o la película Love story que en aquellos años hacían estragos. Muchas noches antes de dormirnos nos contabais como era la vida en el pueblo que aun recordabais con nostalgia el día aquel que con toda la familia os vinisteis a Madrid en autobús cargados de maletas en busca de un vida mejor, procedentes de Jaén, Córdoba, Ciudad Real, Cáceres, Badajoz y otras provincias como consecuencia del desarrollismo español de aquellos años. Estaba a punto de caer el régimen franquista y los aires del 68 francés soplaban con fuerza en vuestro interior aunque no hubierais ido a la Soborna, porque vuestra universidad en aquellos años fue otra: luchar contra el desarraigo y la nostalgia y convertir barrios y pueblos- dormitorios, sin historia, en un lugar de convivencia y servicios habitables.
La luchas por estos servicios y la creación y el desarrollo de una cultura vecinal, de un movimiento ciudadano sostenido en gran parte por vosotras fue la universidad en la que os doctorasteis. ¿Qué hubiera sido Madrid Sur sin vosotras, sin vuestra implicación y “remango” en las luchas por el agua, la escuela para vuestros hijos, el asfalto de las calles, la creación de centros de salud, la protesta frente al chabolismo vertical y la infravivienda, el derecho al transporte público o el desastre de la colza ?. De vosotras aprendimos que los derechos no se dan, sino que se conquistan y no hay que pedir permiso a nadie para ello. Fuisteis el sujeto más activo en las asociaciones vecinales y no había mejor megáfono que vuestro boca a boca en el mercado o entre las vecinas para cualquier convocatoria. Vuestra generación protagonizó la huelga contra la carestía de la vida y la subida del pan, que tuvo lugar el 20 de Febrero de 1975 en el que participaron más de 800.000 mujeres y que constituyó todo un hito en la historia del movimiento asociativo de la transición española.

La iglesia de aquellos años tampoco podemos imaginarlas sin vosotras. No sólo porque en muchos casos luchasteis por un suelo para poder edificarlas y os movilizasteis para poder luego construirlas, sino que hicisteis de ella un lugar de encuentro, de formación, de promoción y de implicación de las mujeres en las necesidades del barrio. Es verdad que la iglesia de aquellos años fue también para vosotras un espacio de liberación, a veces el primer espacio asociativo al que algunas os asomabais: las escuelas de catequistas, la formación de madres, etc. A los 30 años, en la década de los 80, ya estabais casadas y con varios niños. Las políticas de planificación familiar estaban recién estrenadas en nuestro país así como la ley del divorcio. A algunas la vida os hizo descubrir con dolor que las relaciones entre hombres y mujeres no son un cuento de hadas y que el príncipe azul no existe y tomasteis entonces decisiones valientes para vuestras vidas y las de vuestros hijos e hijas, aunque también en esto fuisteis pioneras y tuvisteis que pagar un precio por ello. Otras descubristeis que aunque el príncipe azul era un cuento y vosotras tampoco erais la bella durmiente, el hombre que habíais elegido como compañero era la persona con quienes queríais seguir construyendo la pareja y la familia en unos tiempos nada fáciles, pues la sociedad española atravesaba profundos cambios y os tocaba educar a vuestros hijos e hijas en ellos y afrontar juntos experiencias nuevas para que las no había recetas: las relaciones prematrimoniales, la nocturnidad de las movidas juveniles, la estética de los persing, y también el fracaso escolar y la droga…Entonces algunas de vosotras os convertisteis en indómitas “madres corajes”. 

Sin dejar de ser madres os fuisteis descubriendo mujeres con deseo de autonomía y vida propia y por eso, obligadas por la reconversión industrial y el paro, os visteis empujadas también a ser trabajadoras fuera de casa en otros hogares. Entonces se os hizo cotidiana la doble y la triple jornada, por eso en la educación de vuestros hijos e hijas habéis intentado romper con la desigualdad de géneros y la división sexual de trabajo, animando a vuestras hijas a estudiar y a acceder la universidad y a trabajar fuera de casa y educando a vuestros hijos en la experiencia de que no se es menos hombre por ser cariñoso y tierno, ni por aprender a cocinar o poner la lavadora. Cuando teníais alrededor de los 40, una nueva revolución estaba sucediendo en el mundo: la revolución de las mujeres, lenta pero imparable. La década de los 80 y sus albores fue declarada por la ONU como “el decenio internacional de la lucha por la liberación de las mujeres” (México 1975). Vosotras sin saberlo, estabais siendo portadoras de ella. En ese contexto nacieron las Aulas de cultura popular y el movimiento asociativo de mujeres en general en nuestros barrios y pueblos y eso sí que fue vuestro “salto al vacío”. En ellas descubristeis vuestro inmenso potencial como mujeres, que sois valiosas por ser vosotras mismas y que además de “madres de “y “esposas de” tenéis “vida propia” y una responsabilidad con vosotras mismas.

En las aulas descubristeis también el sentido de la cultura como elemento transformador de la persona y de los pueblos, porque que como dice Pablo Freire la cultura no es la acumulación de saberes académicos, sino el conjunto de valores, sabidurías que portamos dentro y los aprendizajes que desde la experiencia vamos haciendo en la transformación de nosotras mismas y de la realidad. Los talleres de autoestima, de comunicación, de sexualidad, las salidas culturales las convivencias e intercambios con otros colectivos de mujeres han ampliado inmensamente vuestros horizontes de vida y ese ha sido uno de los mejores regalos que le habéis hecho a vuestras familias además del de convertiros también en educadoras de vuestros maridos. En las aulas os habéis descubierto sujeto activos y protagonistas, capacidades inéditas. Habéis sacado a la luz la poeta, la pintora, la bailarina, la actriz, la psicóloga, la lideresa, la maestra, la economista, la “pensadora” que llevabais dentro sin saberlo, y desde hace ya mucho tiempo os habéis convertido vosotras mismas en sus responsables y animadoras y estáis anunciando la Buena Noticia de la liberación de las mujeres a otras mujeres .

El siglo XXI os ha pillado recién abuelas. Abuelas jóvenes y activas de quienes sus nietos y nietas se sienten orgullosos. Narradoras de historias que merecen no ser olvidadas, testigos vivos de la historia de los barrios y los pueblos desde la perspectiva de las mujeres. Imprescindibles en el sostenimiento familiar para que vuestras hijas y nueras puedan conciliar la vida familiar y laboral. El nuevo siglo os ha pillado en la edad madura y os propone nuevos desafíos en los que os invita a seguir siendo pioneras: Uno de ellos es el de la convivencia intercultural y la acogida a nuevas vecinas y vecinos procedentes de lugares mucho más lejanos de lo que fueron los vuestros: Marruecos, Senegal, Santo Domingo, Ecuador, Ucrania, Rumanía, Perú, Mali, etc. Vuestros nietos y nietas juegan y se hacen amigos en el cole y en los parques de niñas y niños de lenguas, culturas y religiones diferentes, y con ellos van aprendiendo nuevas formas de relacionarse y de ver el mundo.

Sus madres son mujeres que, como vosotras cuando teníais su edad, portan sueños de un futuro mejor al de las mujeres que les han precedido y ese sueño les ha traído hacia este nuevo lugar de vida. Tienen deseos de aprender a convivir en la nueva sociedad de acogida, de hacerse e amigas, de aprender la lengua, la cocina. Las costumbres, el modo de trabajar y de educar a los hijos en Europa, sin renunciar al suyo propio. También son pioneras y os invitan a seguir remangándoos en la construcción de unas relaciones vecinales acogedoras y cálidas, en una ciudadanía activa por la inclusión y la convivencia intercultural. El siglo XXI, en vuestra más plena madurez, os desafía a seguir levantando puentes y no muros, como habéis hecho en todo este tiempo en vuestras familias y en la sociedad, pero ahora ampliando mucho más el círculo: en la gran familia humana, porque como dice Serrat, uno de los ídolos de vuestra juventud La patria no es el lugar donde naces sino el que te da de comer y te permite ofrecerle el pan a tus hijos

Cuando era pequeña os contemplaba con admiración y deseo. Hoy las mujeres que venimos detrás no podemos imaginarnos sin vosotras por todo los caminos que nos habéis abierto y que estáis empeñadas en seguir haciéndolo. En estos tiempos infames de recortes, de desmantelamiento del sistema de bienestar y de las políticas de igualdad, de aprovechar la coyuntura de la crisis para destrozar todo lo que con tanto esfuerzo las mujeres de los barrios hemos conquistado a golpe de organización y lucha social, os seguimos identificando parando desahucios, reivindicando los derechos reproductivos de las mujeres, formando parte de los grupos de desobediencia yosisanidaduniversal, defendiendo en las calles el derecho a la educación pública, ocupando solares y transformándolos en centros culturales y huertos urbanos. Seguimos contando con vuestra inteligencia colectiva abriendo caminos con otras, ofreciendo vuestra resistencia y sabiduría y dejando “vía libre” a la novedad que aportan otras generaciones de mujeres desde los nuevos feminismos.



Pepa Torres Pérez










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