viernes, 27 de diciembre de 2013

Traficando sueños. Generando alternatividades. 20 años de Mujeres y Teologìa en Zaragoza

TRAFICANDO SUEÑOS. GENERANDO ALTERNATIVIDADES

1. Una mirada retrospectiva: El poder del no, los sueños y las rebeliones.

Muchas gracias por haberme invitado a participar en vuestro 20 aniversario de Mujeres y Teología de Zaragoza. Es un gustazo estar aquí y gozarnos juntas del camino andado, poder mirar atrás y hacernos un guiño cómplice ante los cambios que hemos ido conquistando palmo a palmo en nuestras vidas y en las vidas de las mujeres desde estos 20 años y que hoy en este momento de crisis del sistema capitalista y patriarcal, sus ideólogos están aprovechando para intentar desmantelarlo todo. Sin embargo, también sabemos que cuando lo que se han transformado son las conciencias y la sensibilidad hay procesos que ya no tienen vuelta atrás. Son entonces los tiempos de la resiliencia, en los que se mira al pasado no por nostalgia sino para recoger la sabiduría de lo andado y afrontar con esperanza renovada el presente, aun cuando sea oscuro.
 
En estos 20 años de camino, como Miriam la profetisa (Ex,15,20-27)experimentamos la alegría de una liberación en la que nos sentimos protagonistas sostenidas por la fuerza de la Ruah, una liberación que nos pertenece y en la que nos reconocemos como “sujeto” y no como “subalternas” ni objeto de la opción de nadie. Nuestra danza y cantar siguen sabiendo a rebelión, a sabiduría honda aprendida al ir andando cada paso y a la novedad y la sorpresa de quienes quieren seguir viviendo con los ojos abiertos aunque duela, porque una vez que se ha contemplado el horizonte es imposible resignarse a vivir mirando sólo al suelo.


 Como Débora, la juez de Israel (Jue 5,12) queremos en esta jornada “levantarnos y entonar un cantar agradecido” por los caminos de liberación recorridos en estos 20 años, tanto en las biografías personales como en las colectivas, porque las luchas de los nuevos movimientos sociales y en concreto las feministas no nos son ajenas y porque éstas tampoco pueden entenderse hoy sin la complicidad y la militancia de nosotras las mujeres cristianas, en un contexto en el que como diría Teresa de Jesús “no están las cosas para tratar con Dios negocios de poca importancia”, sino que “está ardiendo el mundo y lo que hay hacer es juntar espaldas” [1]

 Recientemente hemos celebrado también los 50 años del discurso de Martín Luther King “He tenido un sueño” como proclama de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos y afroamericanas y en el que el acto de desobediencia de Rosa Parks, una costurera negra que se negó a levantarse de su asiento, abrió la historia a cambios impensables. Reivindicamos con ellos el poder de los sueños y las rebeliones, el poder del “no”, las preguntas incómodas que cuestionan lo obvio, cuando la injusticia y el sufrimiento de los más empobrecidos y entre ellos nosotras las mujeres se naturalizan o se consideran efecto secundarios o “mal menor” y se excluyen de la agendas política de las iglesias y del poder civil.

 A lo largo de la historia hemos sido educados y educadas, pero me quiero referir ahora específicamente a las mujeres, en la fuerza domesticadora del sí, teniendo como modelo el sí inmaculado de María, identificado con la obediencia el silencio, la resignación y la abnegación, en el peor sentido de la palabra, e ignorando los noes concretos de la María histórica y su palabra profética en el Magnificat (Luc 46-5), en la complicidad con Isabel (Luc 39-45) y con otras mujeres y como discípula en la comunidad de iguales del movimiento de Jesús(Luc 8,1-3 ). Pero también en todas las culturas y tiempos ha existido lo que Schusler Fiorenza[2] denomina la rebelión en las fronteras, mujeres que movidas por el espíritu de libertad que las ha engendrado han sido profetisas de la disidencia y propuesta alternativa de nuevas identidades y relaciones, rompiendo las expectativas de lo que el orden patriarcal esperaba de ellas y abriendo espacios de liberación para ellas mismas y para otras y otros , referentes obligados sin los cuales hoy no seríamos quienes somos. Dentro de las iglesias cristianas y fuera de ellas grupos como el vuestro, al igual que otros grupos de mujeres y teología que nacen más o menos en el mismo tiempo: Mujeres y Teología de Madrid, Dones creyents en Cataluña, Mulleres cristiás galegas, el grupo latinoamericano Conspirando, etc., sois buena muestra de ello.

Lia Cigarini[3] afirma que la política de las mujeres está basada en nuestro deseo, en nuestros anhelos, en nuestros sueños compartidos, entretejidos y diseñados palmo a palmo con otras para ir así haciéndolos posibles, inventando estrategias, resistencias, prácticas, desordenando el orden simbólico del padre en los espacios domésticos y en los públicos, en los imaginarios y en nuestros propias conciencias e instaurando el orden simbólico de la libertad femenina. Así en estos 20 años, nuestros sueños de libertad, de inclusión, de justicia social, de belleza, sueños de una vida y un planeta más sostenible, liberado de toda violencia y discriminación sexista, racista o de clase, sueños anhelantes de una espiritualidad que incluya nuestros cuerpos, el placer y el dolor que contienen y su fuerza amamantadora y engendradora, sueños hondos y a veces dolorosos de vivirnos en religación con un Dios-Diosa que no ignora nuestras experiencias cotidianas sino que se revela en ellas y nos invita a decirle y practicarle con lenguajes y metáforas inclusivas: Amiga, fuente de vida, madre, amante han sido y son entre otros el fundamento de nuestra política, porque como decía Elder Cámara, al que me atrevo a parafrasear con perspectiva de género: soñar solas es sólo un sueño pero soñar con otras es el amanecer de una nueva realidad, de nuevas identidades y relaciones.

De ahí la importancia, como escribe Gioconda Belli[4], de ser y reconocernos como portadoras y portadores de los sueños de alternatividad con que la Ruah preña el mundo y de atrevernos a traficar con ellos cuando otros lo hacen con armas, drogas órganos, o con los cuerpos de las mujeres y las niñas y niños. Como Jesús en la sinagoga de Nazaret podríamos decir que este relato de Gioconda se cumple también en nosotras y nosotros hoy en esta celebración:

En todas las profecías está escrita la destrucción del mundo. Todas las profecías cuentan que el ser humano creará su propia destrucción. Pero los siglos y la vida que siempre se renueva engendraron también una generación de amadoras y soñadoras mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo, sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores (…). Las portadoras y portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos, pero en los climas cálidos casi parecían brotar por generación espontánea. Como laboriosas hormiguitas no dejaban de construir hermosos mundos. Mundos de mujeres y hombres que se llamaban compañeras y compañeros, se curaban y cuidaban entre ellas y ellos y se ayudaban en el arte del querer y en la defensa de la felicidad. De todas partes venían a impregnarse de su aliento y de sus claras miradas y hacia todas partes salían los que habían conocido portando sueños, soñando con profecías nuevas (...). Son peligrosas, imprimían las grandes rotativas (...). Son peligrosas, murmuraban los artífices de las guerras. Hay que destruirlas. Pero las portadoras y portadores de sueños conocían su poder y por eso no se extrañaban y también sabían que la vida las había engendrado para protegerse de la muerte que anuncian las profecías…Dicen que la tierra después de parirlas desencadenó un cielo de arco iris y sopló de fecundidad las raíces de los árboles. Nosotras sólo sabemos que las hemos visto. Sabemos que la vida las engendró para protegerse de la muerte que anuncian algunas profecías. Y En el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños que no pueden detener los traficantes de la muerte”

2. La necesidad de cruzar fronteras y “habitar la casa de las diferencias” de la mano de la mujer sirofenicia ((Mc 7,24-30).

Retomamos muestras reflexiones de la mano de otra mujer bíblica: la mujer siro fenicia. El encuentro de Jesús con esta mujer marca un antes y un después en el Evangelio de Mateo. Representa la fisura con el exclusivismo de Israel. De ahí que los textos que sucedan a éste resalten sobre todo el orden nuevo instaurado por Jesús como un orden que rompe con toda frontera. La sirofenicia puedes ser para nosotras y nosotros hoy el icono de una mujer que transita y cruza fronteras, una mujer indignada, que se atreve a reclamar derechos en una sociedad que se los niega por razón de género, raza y religión y cuya terquedad y conciencia abre los ojos de Jesús a nuevas comprensiones de la realidad y la salvación.

2.1. El reto de las fronteras desde la aportación de los feminismos postcoloniales 4 Hace años en un foro europeo de mujeres proclamábamos que mientras existiera sexismo en la iglesia, las culturas y las ciencias la vida de una mujer consciente no podría ser otra cosa que vivir en las fronteras[5].Referirnos hoy a ellas en el contexto del endurecimiento salvaje de las políticas migratorias y sus consecuencias en los cuerpos de las mujeres que intentan cruzarlas, adquiere una resignificación política y simbólica aun más poderosa. Sin embargo, las fronteras no son solo símbolo de muerte y represión, sino también lugar privilegiado para la emergencia de nuevas identidades y formas de vida. Los feminismos postcoloniales nos lanzan el desafío de concebir las fronteras como lugares de ensayo, mezclas, “amasamientos”, nos urgen perder el miedo a lo impuro, a cruzarnos y cruzar. Por eso, transitarlas y residir militantemente en ellas, nos lleva a transgredir su lógica excluyente y a abrirnos a la novedad que emerge en su liminaridad como cruce de pensamiento, de cosmovisiones, de afectos, de luchas y complicidades de vida.

La frontera es el lugar donde se gestan nuevas identidades también para los feminismos. La diversidad cultural de las mujeres que convivimos hoy en Europa como consecuencia de los flujos migratorios nos urgen a cruzar identidades, categorías de las que emergen nuevos aspectos en nuestra comprensión de las luchas de las mujeres. Gloria Anzaldúa utiliza la categoría “identidades fronterizas” [6] para referirse a la situación en la que se encuentran muchas mujeres que viven en el cruce de fronteras culturales, sociales, de género, raza, sexualidad y clase; y advierte de la imposibilidad de articular un feminismo que prescinda del sexismo, del racismo, del heterosexismo y de las diferencias de status económico, puesto que todo ello interactúa en la realidad concreta de mujeres concretas. Por tanto, hoy más que nunca somos conscientes que el sujeto del feminismo no es ni puede ser un colectivo homogéneo, ni uniforme, una identidad fija y sin fisuras, porque las experiencias de las luchas de las mujeres son siempre “experiencias situadas” y el feminismo ha de poseer la capacidad de rearticularse dependiendo de las formas de opresión a las que se enfrenta. Considero que desde esta perspectiva, nace una nueva visión de las diferencias no tanto como divisorias, sino como una fuente de nuevas tácticas y estrategias para combatir el poder patriarcal, el racismo y la opresión económica.

Como afirma Justa Montero[7] el reconocimiento del sujeto “mujeres” como un sujeto diverso que actúa en una pluralidad de contextos, no puede debilitar al movimiento feminista, sino, al contrario, permitir la incorporación de “las otras mujeres”. Por ello necesitamos teorizar el género desde “las otras diferencias” y a la vez, teorizar la clase, la raza y la sexualidad desde el género.Desde nuestras convergencias y divergencias, nos urge crear y fortalecer los vínculos, tejer desde nuestra diversidad redes basadas en el reconocimiento de la autoridad de la que somos portadoras e incidir juntas en el desmantelamiento de las estructuras patriarcales externas e internas. Este cruce nos lleva también hoy a repensar la agenda de las luchas de las mujeres en nuestro grupos como una agenda que no puede estar fundada en “la unidad natural”, sino en la articulación de las luchas, resistencias y propuestas de la diversidad de mujeres que hoy convivimos en un mismo territorio. Nos urge a abrirnos a otras mujeres y sus cosmovisiones y reconocer como sujetos de nuevos feminismos a las hasta ahora identificadas como “periféricas”, las invisibilizadas por el poder normativo, hegemónico y sobrerepresentado de las mujeres blancas, occidentales, de clase media, “urbanitas”, “cultivadas” y ciudadanas[8].
Uno de los grandes cambios de las luchas de las mujeres en nuestro país y yo diría que en el mundo es que frente a un feminismo global homogeneizado y excluyente que bajo la opresión de género iguala a todas las mujeres, se alza cada vez más el “extrañamiento” de muchas mujeres con una luchas por la liberación con las que se identifican, pero cuyo legado histórico les resulta en gran medida ajeno, al considerar como marginales las diferencias de clase o raza y legitimar, en consecuencia, la explotación y la subordinación ya no de los hombres sobre las mujeres sino de unas mujeres sobre otras mujeres. Por eso quizás es importante revisar cuanto de mestizos y diversos son nuestros colectivos y redes, nuestros modos de pensar, hacer y decir. Atrevernos a preguntarnos por las huellas del colonialismo y el etnocentrismo en nuestras cosmovisiones, relaciones, lenguajes y prácticas y hacer una seria autocrítica para cruzar pensamiento, sueños, articular resistencias comunes con la diversidad mujeres que convivimos hoy en un mismo territorio. La urgencia de hacernos más conscientes que las fronteras más poderosas no son las visibles sino también las invisibles (estereotipos, clisés, prejuicios racistas, xenófobos, coloniales), máxime en tiempos de crisis que suelen ser propicios para levantar y endurecer nuevos muros que nos defienden de la amenaza de quienes, vienen “a quitarnos lo nuestro”.

La mujer sirofenicia nos desafía hoy a habitar juntas “la casa de la diferencias[9] en nuestros sueños y luchas feministas, a reconocernos, no como competidoras que reclaman migajas sino como compañeras de sueños y luchas, cómplices en nuestras estrategias de resistencia y supervivencia exigiendo juntas no un trozo mayor de la tarta, sino otra “receta”, es decir, otro sistema posible más allá del capitalismo patriarcal, blanco y occidental. Por eso quizás hoy una de nuestras tareas pendientes sigue siendo la del mestizaje, abrir nuestros grupos y redes a un mayor diversidad y a atrevernos a interpretar las diferencias no desde claves esencialistas, donde un grupo se convierte en la medida normativa del resto y quiénes no se ajustan al canon pasan a la categoría de heterodoxas o subalternas, sino una nueva comprensión desde la disparidad femenina, ya que como reconoce la teología mujerista las ideas diferentes son “espejos” para las propias porque nos hacen verlas bajo una nueva luz[10].

¿Pero cómo hacer esto?: Las luchas cotidianas por la supervivencia y por la defensa de los derechos de las mujeres y los derechos sociales son quizás en este tiempo nuestra gran oportunidad para tejer alianzas y complicidades y poner en diálogo nuestras diferencias en nuestras concepciones y modos de hacer, recordando como afirma también Audre Lorde que no podemos desmantelar la casa del amo con las armas del amo[11] y es necesario inventar otras estrategias.
Quizás hoy una de nuestras mayores urgencias sigue siendo reivindicarnos a nosotras mismas como creadoras del mundo, recordarnos unas a otras que, en todas las culturas, cuando las mujeres hemos necesitado algo que no estaba a nuestro alcance hemos tenido que apropiárnoslo o inventarlo, pero ¿cuáles son hoy esos escenarios de articulación y diálogo entre diferencias? Menciono sólo algunos en el ámbito de los derecho sociales en general y específicamente en el ámbito de los derechos de las mujeres: La defensa de lo público (la justicia, la educación, la sanidad), la desobediencia rganizada a los decretos injustos, como propone la plataforma yosisanidaduniversal.net, as respuestas colectivas a los desahucios, ocupaciones y transformaciones de viviendas vacías y solares en comedores sociales bibliotecas, huertos urbanos, o casas que acogen a gente que se ha quedado en la calle y sobre todo en la defensa de las políticas de igualdad, los derechos sexuales y reproductivos, la conciliación de la vida laboral y familiar, una ley justa para el empleo doméstico, la reacción de contra los fundamentalismos religiosos y la búsqueda y el compartir de una espiritualidad política feminista y liberadora, más allá de las religiones desde la creación de espacios y lenguajes mestizos que nos ayuden a entrar en contacto y compartir el misterio que nos habita, alienta y moviliza y nos hace converger. Del cruce de estas diferencias en nuestra lucha por la vida cotidiana desarrollaremos sin duda una teología feminista más mestiza que cuente también con mayor protagonismo de las mujeres migrantes y las más precarizadas y sobreexplotadas.

Si como afirma B. Smith[12], el feminismo es la teoría y la práctica política de lucha por la liberación de todas las mujeres: mujeres de color, obreras, mujeres pobres, mujeres discapacitadas, lesbianas, ancianas, así como mujeres blancas y económicamente privilegiadas y heterosexuales, su escenario no puede estar reducido a la academia ni las instituciones, ni siquiera a las feministas. Como decía el lema de una celebración del 8 de marzo en Madrid hace unos años: “el feminismo está en la calle”. La calle, la plaza pública, es el lugar donde la sabiduría corre y pide ser escuchada y proclamada, como nos evocan los textos del libro de la Sabiduría y del Apocalipsis:
 
En la cumbre de las alturas, junto al camino, en la encrucijada de las sendas…a la vera de las puertas, al borde de la ciudad, a la entrada de los accesos”. (Sab 6, 14-16).

“En medio de la plaza y en los márgenes del río crece el árbol de la vida” (Ap 22,2)

Por eso hoy necesitamos hacer teo-praxis feministas desde las plazas y las calles y reivindicar su vocación popular. Ya que el pensamiento feminista no nace en un laboratorio, sino en el cruce cotidiano, vital, conviviente, de mujeres distintas en nuestra lucha por la vida, como afirma Ada María Isasi: “La lucha común y cotidiana (…) de las mujeres de base para sobrevivir y vivir con plenitud ha sido el elemento central de mi teología. Desde que descubrí lo difícil que es la vida para ellas, me pregunto cómo se las arreglan. Su capacidad de afrontar el sufrimiento sin dejarse determinar por él es un signo de que no estamos dispuestas a dejarnos definir por personas o circunstancias sobre las que no tenemos control[13]

Los movimientos sociales protagonizados por las mujeres son también un escenario privilegiado para la teología feminista. Hace unos años Mercedes Navarro[14] constataba que la teología feminista como teología plural y de alcance sociopolítico en Europa, había nacido y se sustentaba en el mundo académico a la vez que padecía fuertes conflictos y contradicciones en el interior de las universidades precisamente por su identidad fronteriza, y decía que por ello era necesario rebasar dicho ámbito. Han pasado ya algunos años desde entonces y, si bien es un hecho que la teología feminista ha ido abriéndose camino en “espacios propios” como asociaciones civiles, cabe cuestionarnos en qué medida estos espacios son también espacios populares, cruzados, mestizos, donde tengan cabida las experiencias de las mujeres más empobrecidas y excluidas; espacios en complicidad con ellas, enredadas con sus luchas que son también las nuestras; o de lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en una nueva élite.

Es cierto que a lo largo de la historia, como ha estudiado en profundidad Milagros Rivera, “lo femenino ha quedado disuelto en lo social[15] y a menudo “lo social” se ha convertido en una trampa del patriarcado para invisibilizar los asuntos propios de las mujeres y mantenernos “entretenidas” luchando por otros y no por nosotras mismas. Pero aun conscientes de esta sospecha ¿puede existir un feminismo o una teología feminista que no sea afectiva y efectivamente cómplice con las luchas de las mujeres más empobrecidas y excluidas en nuestros territorios y más allá de ellos? ¿Puede la teología feminista quedarse al margen de la crítica y la búsqueda de alternativas con otros movimientos de mujeres ante la crisis de civilización, ecológica, de cuidados, etc que atraviesa el mundo?.

 Por eso en el contexto de esta celebración tenemos que hacernos la pregunta sobre que palabras de la Divina Sophia vamos escuchando desde el clamor de las mujeres en las calles y en las plazas del mundo: Egipto, Túnez, Siria, o en las plazas indignadas de nuestras ciudades, y que palabras liberadoras y propositivas somos invitadas a pronunciar cruzándolas juntas y con qué lenguajes ir haciéndolo, porque, como afirma Aurora Levins Morales, el leguaje en el que expresamos nuestras ideas nunca es neutro, revela importante información acerca de las personas con quién nos identificamos, cuáles son nuestros intereses, desde dónde y para quienes estamos escribiendo ya que a menudo, el lenguaje innecesariamente especializado se utiliza para humillar a quiénes se supone que no deben estar autorizadas para entenderlo, vende la ilusión de que solo quiénes pueden manejarlo son capaces de pensar. El lenguaje está ligado al contenido. La práctica intelectual feminista no puede dar la espalda al activismo ni a la democratización del conocimiento[16]. ¿En qué medida nuestra teología es teo-praxis y partera de cambios en las periferias de nuestras sociedades increyentes y muticulturales, y va siendo tejida con las aportaciones de los movimientos sociales que señalan que otro mundo es posible desde la perspectiva de las mujeres?.

2.2. La frontera de la invisibilidad y la devaluación de lo femenino, o su exaltación para el mantenimiento del status quo

Guiada por la mujer sirofenicia quiero también referirme a una frontera que nos urge seguir saltando. La frontera de la invisibilidad y la devaluación de lo femenino, o su exaltación para el mantenimiento del status quo y voy a hacerlo desarrollando dos temas que considero paradigmáticos: la crisis de los cuidados y su repercusión en las vida de las mujeres y del planeta y la condena de la categoría género como ideología desarrollada por Benedicto XVI en el discurso navideño a la Curia el 21 de diciembre 2012 y recogido como instrucción en numeroso obispados españoles latinoamericanos

Una breve reflexión sobre los cuidados y su crisis
La división sexual del espacio social y la asignación del cuidado y del trabajo doméstico a las mujeres está ligada a la consideración secular de la mujer como un varón “imperfecto”. Desde esta concepción se ha legitimado la subordinación y la exclusión de la ciudadanía de las mujeres a lo largo de la historia. De forma que la teoría política ha situado tradicionalmente la vida doméstica y privada fuera del estado y de la sociedad y con ella a las mujeres. Así todo lo relacionado con el hogar, los roles reproductivos y los cuidados han pasado a ser patrimonio “femenino” mientras que los roles productivos y la visibilidad pública ha pasado a serlo de los varones. Como consecuencia a las mujeres se nos exige ser buenas cuidadoras y mantenedoras silenciosas y abnegadas y a los varones transformar la historia y producir en base a sus intereses como “pater familias o “ jefes del clan”. Sobre esta división sexual del trabajo y los espacios sociales se ha construido también el sistema de producción capitalista

Esta asignación afortunadamente se está quebrando y padece una profunda crisis, en parte porque el “mito del macho sustentador” en todas las culturas se está desmantelando por puro principio de realidad y también por el acceso de las mujeres al mercado laboral. Sin embargo aunque las mujeres trabajamos o intentamos hacerlo fuera de casa los varones y el estado siguen desarrollando su existencia al margen de los cuidados, que vuelven a ser ocupados por otra mujer que a su vez abandona su hogar para cuidar el de otras mujeres en base criterios de jerarquización de clase, raza o relaciones Norte Sur, que a su vez dejan a sus hijos en sus lugares de origen en manos de otras mujeres reproduciéndose así nuevas y sucesivas jerarquizaciones, las denominadas las cadenas globales de cuidado. De este modo los cuidados lejos de organizarse socialmente de forma compartida con los varones y con la responsabilidad del estado siguen recayendo sobre las espaldas de las mujeres, a costa de su salud, su equilibrio emocional y muchas veces de su felicidad .Así el trabajo de cuidados que es el hilo que mantiene la vida permanece invisible, devaluado, y mal pagado y con nulos derechos legales cuando se profesionaliza.

Por su parte como vienen denunciando desde hace mucho tiempo el ecofeminisno la lógica del productivismo capitalista está reventando el mundo y destrozando la vida, violentando los cuerpos de las mujeres y violentando el cuerpo de la tierra. De modo que no sólo existe una deuda económica del Sur al Norte, sino también una deuda de cuidados que atraviesa todo el planeta. Sólo la recuperación del cuidado como un valor universalizable para toda la humanidad y para todos los ámbitos de la realidad, incluido el económico y el político, puede salvarnos de la catástrofe. El cuidado es un valor esencial que han de ser repropiado como patrimonio para toda la humanidad, y especialmente por los hombres para que las mujeres podamos vivirlo libremente como una opción y no como un mandato de género. Recuperar pues la ética el cuidado como paradigma convivencial es un asunto pendiente en nuestras sociedades y en nuestras iglesias que pasa por anteponer la razón compasiva a la razón instrumental que tantas víctimas está generando en el planeta. Como bien sabemos hay una relación directa entre la devaluación del cuidado el crecimiento de los pobres y las pobres en el mundo y la depredación de la tierra. Por eso un reto cada vez más urgente que plantean hoy los nuevos feminismos es reivindicar “los derechos de cuidadanía” y una reorganización social centrada en ellos.

La “cuidadanía” es la forma de a entender a los sujetos en una sociedad poniendo en el centro, no cualquier vida, sino una vida que merezca la pena ser vivida, una vida sostenible en el entorno ecológico y no en la producción y el capital y que se organiza en función de las necesidades vitales de todas las personas empezando por las que experimentan una mayor situación de vulnerabilidad. Un orden en el que los hombres tomen parte de su responsabilidad en los cuidados, dejen de ser los eternos beneficiarios privilegiados y pasen a ser parte activa de ellos y en el que no seamos las mujeres las que tengamos que adaptarnos a las exigencias siempre a la baja del mercado capitalista conciliando dobles o múltiples jornadas y sin derechos ni garantías sociales y laborales mínimas o seamos obligadas, como sucede siempre en tiempos de crisis a regresar a los hogares como cuidadoras de los miembros dependientes o a migrar[17].

¿Cómo ir forzando en nuestros estilos de vida, relaciones, dinámicas grupales y agendas el desmantelamiento de un orden económico, político, a centrado en el lucro, el capital y lo productivo a otro que tenga en su centro las necesidades de la personas y no los intereses financieros, el cuidado y no el lucro y cuya responsabilidad no recaiga sobre los cuerpos de las mujeres? ¿Cómo forzarlo en la economía, en la familia, en las iglesias? ¿Cómo ir desarrollando una teología inclusiva del cuidado y rescatar de las tradiciones espirituales este aspecto que en todas ellas ha sido expulsado a sus sus márgenes? ¿Cómo reencontrarnos con este Dios todo cuidadoso al que se refiere el islam con su nombre 52 o el profeta Isaías y del que Jesús es su parábola más plena? ( Mt 11,28 )

Sobre la categoría género y su sospecha por parte del clericalismo dominante
Pero sin duda la institución más resistente a liberación de las mujeres de los roles de cuidado y a la asunción de nuevos papeles sociales y ministerios es la iglesia católica. Con la sabiduría terca y asertiva de la sirofenicia que arrancó un milagro a Jesús y amplió su visión de la salvación entre los gentiles nos toca a nosotras forzar grietas y ensanchar estrechuras, y seguir construyendo la ecclesia de las mujeres. En esta faena la recuperación de nuestras genealogías femeninas y la teología y la espiritualidad feminista son nuestras parteras y en ellas ha sido clave la categoría género como un instrumento de análisis de la realidad, como unas gafas que nos han permitido abrir los hilos de nuestra opresión y también la potencia de nuestras posibilidades y que tenemos que seguir aplicado.
Desde aquellos primeros cuadernillos con los que casi todo los grupos de mujeres y teología nos iniciamos “Juntas recordamos el futuro” de Mari Salas, Dolores Aleixandre, Chini Rueda, Esperanza Bautista, María José Arana y Marifé Ramos , a 10 mujeres escribe teología editado en 1993 por Mercedes Navarro, la participación de Ivone Gevara en el Jubileo de las mujeres en el año 2000 y sus sucesivos encuentros con cristianas y teólogas del estado español, la consolidación y fecundidad de la ATE, los grupos de mujeres y teología, EFETA, el Sínodo Europeo celebrado en Barcelona en el 2003, el encuentro de la asociación de teólogas feministas europeas en Salamanca en el 2011 y más recientemente el pasado agosto en Dresde con una amplia participación de mujeres de nuestro país da cuenta del camino andado, de los muchos obstáculos, ruptura, incomprensiones, conflictos, que hemos tenido que ir superando pero también del entusiasmo, los descubrimientos, el placer experimentado y la complicidad de sentirnos más libres y en sintonía con la comunidad inclusiva propuesta por Jesús.

La teología de género nos ha ayudado a darnos a luz a nosotras mismas a experimentar nuestro cuerpo a imagen y semejanza de Dios y portador de su espíritu, y a hacer del cuerpo roto de las mujeres en la historia un lugar teológico y epistemológico sospechando de toda saber que pretenda construirse sobre la violencia el silencio y empobrecimiento de las mujeres. Por eso hoy muchas de nosotras nos vivimos como nuevas Magdalenas urgidas a contar a nuestras a hermanas y hermanos la buena noticia de comunidad de iguales, urgidas a acompañar a otros y otras desde el orden circular del reino, a animar grupos y comunidades siendo generadoras de inclusión y reinventando liturgias con símbolos y lenguajes liberados del patriarcado que anticipan el banquete mesiánico y revelan a un Dios delantal puesto que parte y reparte el pan de la justicia y los bienes de la tierra entre todas.

En la experiencia de las mujeres la categoría género no ha sido amenazante sino extraordinariamente liberadora, una herramienta necesaria que nos ha ayudado a perder el miedo y a desarrollar nuevos modos de ser persona mujer y persona varón, nuevos modos de ser familia y comunidad, nuevos modos de amar y ser amadas reivindicando la autoestima, el amor propio, el respeto mutuo y que la diferencia no puede ser causa de desigualdad, nuevas formas comprender y vivir la diaconía del evangelio liberándonos del servilismo y la mutilación de nuestra capacidades impuesta por el clericalismo. También la “salida del armario” de muchas mujeres y compañeras lesbianas en nuestros grupos y comunidades han hecho que se nos cayeran algunas escamas de los ojos como a san Pablo y nos han ayudado a descubrir y respetar la diversidad sexual y a reconocernos mutuamente como hermanas y no como “desviadas”, e incluso a acoger las preguntas que nos lanzan desde nuevos paradigmas antropológicos la teología queer[18].

Vivimos tiempos que presagian novedades. El nombramiento del papa Francisco alienta en algunas de nosotras y nosotros la esperanza de cambios. En su agenda aparecen temas como la reforma de la curia, apertura a caminos nuevos también en la teología, reconciliación con los teólogos y teólogas sancionados en otro tiempo, una iglesia mas compañera de vida con los empobrecidos y empobrecidas saliendo a su encuentro, y opuesta a las guerras como forma de resolución de conflictos. Pero pero en el tema de las mujeres está siendo, desde mi punto de vista demasiado prudente y esquivo al plantear que previa a todo cambio es necesario una teología profunda de la mujer, y por tanto como ha denunciado Ivone Gevara[19], invisibilizando la abundante producción teológica desarrollada con tanto esfuerzo y dificultades en estas tres décadas, las nuevas filosofías que informan su hermenéuticas bíblicas, la contextualización de posiciones y razones, etc. Por otra parte en sus escasas declaraciones sobre este tema la referencia a la Virgen María, como modelo de identificación del papel de las mujeres en la iglesia y superior a los apóstoles suena al discurso de siempre, aun cuando reconoce que en los lugares de toma decisiones es necesario el genio femenino[20]. Quizás los nuevos tiempos nos pidan quizás seguir esperando, mientras tanto seguiremos forzando la historia con nuestras prácticas.

Por eso y porque el camino que nos queda por recorrer es todavía muy largo quiero referirme a una provisión que nos es imprescindible en nuestra mochila de caminantas: “un kit de autocuidados” con un manual de instrucciones que nos recuerde que en nuestro camino de liberación no queremos víctimas ni heroínas, sino que nuestro anhelo más hondo es que la felicidad estalle para siempre en el corazón de las mujeres y como un rio caudaloso limpie la tierra de duelo y llantos. Para ello quizás necesitemos ejercer en nuestro grupos y redes aun con más ahínco el arte de la risa y la sonrisa, el humor y la ironía de Sara, en la espera de la Promesa (Gn 18,1-13; Gn 21,5) o la habilidad de Lidia y las mujeres de Filipos (Act 16,11) en el tejido de redes que nos sigan empoderando y sosteniendo, sin escandalizarnos de nuestras contradicciones sino acogiendo la invitación de Miriam y las mujeres de Éxodo seguir danzando el ya si pero todavía no de algún pedazo de nuestros sueños.






































































































































[1] Santa Teresa de Jesús, Camino de perfección, Escorial, 1,5


[2] Elizabeth Schusler Fiorenza, Pero ella dijo, Madrid, Trotta,1996.


[3] Lía Cigarini, La política del deseo, Icaria, Barcelona, 1995.


[4] Gioconda Belli, El ojo de la mujer, Madrid, Visor, 1997, 215.


4 Hacen una fuerte crítica interna de los “feminismos hegemónicos de Occidente”, y formulan estrategias feministas basadas en la autonomía de las mujeres teniendo en cuenta sus geografías, sus historias y sus propias culturas. Su gran aporte ha sido cuestionar epistemológica y políticamente la producción académica y el conocimiento que se propuso sobre las “mujeres del Tercer Mundo” a partir de la incorporación de concepto de “colonización” definido como el “predominio discursivo” de Occidente y de una “cierta forma de apropiación y codificación”. Cf Liliana Suarez Navaz y Rosalva Aida Hernández Descolonizando el feminismo. Teoría y práctica desde los márgenes. Cátedra 2008.


[5] Sínodo Europeo de mujeres, Barcelona 2010.


[6] Citado por Asunción Oliva,”Feminismo postcolonial, la crítica al eurocentrismo del feminismo occidental” en http//www.ucm.es/info/instifem/cuaderno%206.doc.


[7] Justa Montero,” Sexo, clase, raza, etnia y sexualidad: Desafíos para un feminismo incluyente”, Granada treinta años después. Aquí y ahora, Jornadas Feministas Estales, 2009.


[8] Bell Hooks, Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras, Traficantes de sueños, Madrid, 2004, 25.


[9] Audre Lorde utiliza esta expresión para referirse a la incorporación imprescindible de la diversidad en la tercer ola del feminismo: Ha hecho falta cierto tiempo para darnos cuenta de que nuestro lugar era precisamente la casa de la diferencia, más que la seguridad de una diferencia particular”. Cf. Zami, una biomitografia, Horas y horas Madrid 2010,67.


[10] Ada María Isasi, La teología feminista, una teología para el siglo XXI, Mensajero, Bilbao, 2006, 84.


[11] Audre Lorde, La extranjera, la hermana, Horas y horas, Madrid, 2003.


[12] Asunción Oliva, op.cit., 4.


[13] Ada María Isasi, op.cit.,126


[14] Mercedes Navarro, “Categorías emergentes para una teología feminista contextualizada.Teología y mujeres en la Unión Europea”, en htpp://wwwciudad demujeres.com/artículos/IMG/pdf/TFenlaUE-MercedesNavarro.pdf.


[15] Milagros Rivera, La diferencia sexual en la historia, Universidad de Valencia, Valencia, 2005.


[16] Bell Hooks, op.cit.,69.


[17] Sigo aquí las aportaciones de Silvia L. Gil, Nuevos feminismos. Sentidos comunes en la dispersión, Madrid, traficantes de sueños, 2001,270-303 y a Amaya Pérez Orozco, “Feminismo anticapitalista y otros palabros”, en Granada treinta años después. Aquí y ahora, Jornadas Feministas Estales, 2009,581

[18] La teoría queer es una hipótesis sobre el género que afirma que la orientación sexual y la identidad sexual o de género de las personas son el resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales. Dentro de la teología feminista una de sus autoras más representativas es Marcella Althaus-Reid, autora entre otras obras de Teología indecente: perversiones teológicas en sexo, genero y política, Bellaterra, 2005.


[19] Ivone Gevara, http://www.redescristianas.net/2013/08/12/luces-y-sombras-del-viaje-del-papa-francisco-a-brasil / 10/8/2013.


[20] Entrevista de Antonio Spadaro, director de Civiltá Cattólica al papa Francisco,en www.razonyfe.org/images/stories/Entrevista_al_papa_Francisco

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