domingo, 7 de septiembre de 2014

Reflexiones ante la detencion y el maltrato de un compañero africano (GRIETAS EN EL MURO)

No me acostumbro. Llevo 8 años siendo testigo de la violencia policial contra los manteros y no me acostumbro. Al principio me parecía increíble, creía que era un error de traducción cuando escuchaba los relatos de los compañeros narrando el modo como habían sido tratados al ser detenidos, las expresiones verbales racistas con que se habían dirigido hacia ellos, los apretones por el cuello hasta dejarles casi sin aire y la humillación del cacheo de cuatro contra uno tirándoles al suelo ante la mirada atónita de los viandantes. Nacieron entonces en muchos barrios los grupos de apoyo frente a las redadas y detenciones.  

No me acostumbro. Han pasado muchas cosas en estos 8 años. Ganamos la despenalización de la manta. Sobrevivir no podía ser un delito. Evitamos ingresos en los CIES y algunas deportaciones a la vez que las denunciamos y seguimos haciéndolo boicoteando a las compañías como AIR EUROPA que las ejecutan. Muchos compas consiguieron sus papeles. Invirtieron mucho esfuerzo haciendo cursos de capacitación para buscar otro trabajo. Ya tenían formación en sus países de origen pero necesitaban adecuarse al mercado de la precariedad y la explotación de este país en su deseo de dejar la manta. Y así, en ese intento fallido, pasaron a convertirse fugazmente en mano de obra gratuita con sus prácticas en grandes cadenas de supermercados o mozos de carga en sus almacenes a cambio de una línea en un curriculum para una ETT que nunca les llamó.

Y en medio de todo esto llegó el expolio o la crisis, como otros prefieren llamarla, y en su nombre el racismo y la xenofobia institucional irrumpieron con fuerza hasta hacer que la violencia se convirtiera en violencia de estado con sus recortes y leyes injustas: Reforma del Código Penal, Ley de Seguridad Ciudadana, la exclusión sanitaria. Pero ellos siguen aquí, con su manta al hombro, haciéndose fuertes, siempre en grupo, mirándonos atónitos a los ojos y preguntándonos perplejos cómo es posible que alguien crea que con su forma de ganarse la vida están robando a Luis Vuitton, la segunda fortuna mayor de Europa, que como puede ser que se les juzgue y condene por ello… que como es posible que cuando la policía les golpea y les tumba, cuatro a uno, en la calle, en muchas ocasiones quitándoles el género y no declarándolo en comisaria ( por cierto: ¿ quién roba a quien?), se les acuse e intente condenar por “atentado” a los cuerpos de seguridad del estado.

No me acostumbro. En estos 8 años desde la Red Interlavapies hemos acompañando en detenciones y juicios a cientos de manteros y vendedores de agua. Hemos visto y tocado las comisarias, los calabazos, los juzgados, las calles, desde sus ojos y su su piel y al hacerlo hemos sido tocados por la dignidad de sus vidas, la fortaleza de su Espíritu, la resiliencia de sus cuerpos, la calidez y sabiduría de sus palabras que ante la pregunta ¿Cómo estás, hermano, como te sientes, como te han tratado? responden con la sobriedad de un: Bien, todo bien, estoy vivo, estoy de pie.

Mientras, sus hermanos y hermanas desafían la frontera y la violencia de las políticas migratorias europeas encaramados en la valla de Melilla con los brazos abiertos denunciando nuestro desorden mundial. Mientras, acá y allá cada vez somos más quienes vamos trenzando puntada a puntada sueños inaplazables de dignidad humana con los hilos de la creatividad y la desobediencia. Hoy, cuando desde el ACNUR se nos presentan datos tan escalofriantes cono que el Mediterráneo se ha convertido en una gran fosa común: 1.900 personas murieron el año pasado, la mayoría de ellas refugiados que huyendo de las guerras intentaban llegar a Italia. Hoy más que nunca hay que seguir reivindicando que ningún ser humano es ilegal.

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