viernes, 25 de septiembre de 2015

crónicas de periferia. Alfa y Omega 24/9/2015

   
Conocí a Isabel en un curso de cuentacuentos. Me llamó la atención la autenticidad y la libertad con que se manifestaba en su forma de estar y relacionarse con el grupo. Más tarde me reencontré con ella en unas jornadas sobre SIDA, en las que le pedí colaboración como narradora de historias de solidaridad y esperanza. Un año después intenté buscarla de nuevo, pero me dijeron que se había marchado con su marido y su hijo a Perú como voluntaria internacional para apoyar un proyecto de mujeres y de desarrollo comunitario en una zona campesina.

jueves, 3 de septiembre de 2015

DE MUDANZAS, SEMILLAS, Y MINI HUERTOS URBANOS( Alandar Septiembre 2015)




DE MUDANZAS, SEMILLAS, Y MINI HUERTOS URBANOS

Me mudo. Dejo mi casa. O mejor dicho nos obliga a hacerlo nuestro casero que quiere venderla con mi comunidad dentro y hemos vivido algo así como un mobing inmobiliario. La especulación con los alquileres es un negocio siempre en alza en mi barrio al que los inquilinos intentamos hacer frente colectivamente desde la Asamblea de Vivienda del distrito Centro y a muchas veces ganamos, pero esta vez nos ha tocado perder a nosotras y aun luchándolo tenemos que dejar nuestra casa. 

Con ella dejamos muchos secretos y complicidades que las paredes guardan, muchas alegrías y pequeñas victorias y también algunos duelos y sobre todo mucha comensalidad abierta y cama compartida para alojamientos improvisados o de emergencia. También dejamos tres balcones que nos han servido de respiro en algunas noches insomnes. Uno de ellos, el que más nos cuesta dejar, lo convertimos hace un tiempo en un mini huerto urbano, para intentar paliar la nostalgia de pueblo de una de mis compañeras y en homenaje a nuestros amigos del BAH, convencidos como ellos, de que BAJO EL ASFALTO ESTÁ LA HUERTA. A día de hoy y pese a nuestro cuidado todavía no hemos obtenido ningún fruto aunque las semillas de fresas y tomate sherri reventaron la tierra y dieron a luz algunas matas.

CRÓNICAS DE PERIFERIAS: MANTEROS (Alfa y Omega 4/9/2015)



Mamadou es mantero. No forma parte de ninguna mafia como cree la gente. Ser mantero no es su sueño, pero tiene que comer cada día, pagar el alquiler de su habitación y mandar algo de dinero a su familia en Senegal. Compra bolsos de imitación de Carolina Herrera y cinturones de Luis Vuitton  a “los chinos”  y los vende en la puerta del Sol. Vende en grupo porque es la manera  que tienen los manteros de ayudarse y protegerse juntos. 

Mamadou tiene 28 años y unas largas piernas acostumbradas a correr. Lo hacía en Senegal, cuando iba a la escuela y tenía que recorrer 12 Kms diarios para llegar a ella cada día y sigue corriendo ahora, cuando huye de la policía  que le  acosa  por cometer un delito contra la propiedad intelectual, según la nueva Reforma del código Penal. Pero paradójicamente quien le acusa de robo es Luis Vutton, tercera mayor fortuna de Europa.     

Mamadou  tiene tres hermanos pequeños en su país de origen. Ellos son la causa de sus carreras. Ellos fueron su motivación para cruzar el desierto y arriesgarse a embarcarse en la patera. A Mamadou  le  gusta mucho estudiar, aunque tuvo que dejar de hacerlo pronto. Por eso no quiere que a sus hermanos les pase lo mismo. Por eso se arriesga cada día vendiendo en la Puerta del Sol cinturones y bolsos de imitación. 

Mamadou no es mantero. Ningún top manta lo es. Ser mantero no es oficio es un acto de supervivencia. En su país era mecánico y en sus 8 años en España se ha  formado como jardinero, electricista y fontanero. Hace unos años regularizó su situación trabajando como cuidador de un señor mayor, vecino suyo, pero el señor murió y al quedarse de nuevo  sin trabajo no ha tenido más remedio  que volver a la manta, como muchos otros de sus compañeros hoy.

Desde hace cinco años es voluntario en la asesoría legal de una asociación, en la que hace de intérprete con sus paisanos que no hablan bien castellano. Tiene mucho amigos españoles pero todavía no ha podido borrar de su cabeza el infierno que vivió en el barrio de Boukalef  o en el  monte Gurugù en Marruecos, hasta que finalmente una noche pudo llegar a las costas de Algeciras, donde buenas gentes le acogieron y ayudaron mucho, gentes como las que forman la Red Interlavapiès con las que ahora en Madrid está organizado  y nos repite insistente y sin perder la calma: “La gente tiene que saberlo. No somos delincuentes, somos sus vecinos. Sobrevivir no es un delito”  


Pepa Torres Pérez