domingo, 29 de marzo de 2015

COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE PASCUA. REVISTA HOMILÉTICA (5)

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
El Evangelio es una Buena Noticia cuya alegría arraiga en el primer domingo de Pascua. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Por eso, como dice el papa Francisco, “no huyamos nunca de la Resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase, que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia delante”, porque “nadie queda excluido de la alegría que nos reporta el Señor“ (EG 3). Esta fue la experiencia de los apóstoles: aquel galileo que “pasó por la vida haciendo el bien·”, liberando a los oprimidos y que fue condenado y crucificado por los poderosos de este mundo sigue vivo y nos convoca a anunciar y hacer histórica la Buena Noticia del amor y la alegría en nuestro mundo.

COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE LA PASCUA. REVISTA HOMILÉTICA (4)

VIGILIA PASCUAL.


La injusticia y el sufrimiento no tienen la última palabra sobre la historia. Hay formas de vivir que revelan que el amor es más poderoso que la muerte y que la Palabra encarnada de Dios actúa fecundamente en la historia, de modo que nunca retorna a Él vacía, aunque tenga que atravesar la densidad del sufrimiento. La palabra de Dios es creadora y apuesta siempre por la vida frente a toda forma de violencia, opresión o muerte. Así se nos ha ido revelando a lo largo de la historia de la salvación como los textos de la Vigilia Pascual ponen de manifiesto. Ni siquiera el pecado puede romper esta opción amorosa de Dios por la humanidad y la creación. Pese a nuestras dificultades, esclavitudes e infidelidades Dios sigue apostando por nosotros, incluso en los momentos de absoluta oscuridad, cuando no vemos ninguna salida, cuando nos asalta la certeza de que todo está perdido. Dios se nos ofrece “de balde” sin imponerse, sino mas bien exponiéndose a nuestra libertad y acogida. Como dice el papa Francisco su amor inquebrantable “nos permite levantar la cabeza y volver a empezar con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría “(EG 3). Su gratuidad tiene capacidad de transformar el corazón de piedra en un corazón de carne y sellar una nueva alianza que en Jesucristo alcanza su plenitud. 

Por eso la vida cristiana no termina en la cruz, sino que nace en la noche de Pascua. En la tradición mística de la Iglesia existe una corriente dentro de la espiritualidad femenina que identifica la cruz con la imagen de un parto en el que a Dios se les rasgan las entrañas y da a luz una nueva humanidad. La Resurrección de Jesús lo renueva todo nos abre a la novedad de su Espíritu vivificante y reciclador. Pero a la vez la Resurrección se nos da en primicia (1 Cor 15,20) y como toda primicia tiene algo de seminal, porque lo nuevo siempre nace pequeño. Quizás por eso necesitamos liberar nuestra concepción de la Resurrección de todo tipo de triunfalismo ya que la experiencia de la Resurrección es siempre humilde y un tanto opaca porque la realidad no deja de perder su densidad y dureza y sólo podemos captar su huella con los ojos de la fe. La Resurrección nos cambia la mirada, la libera del daltonismo espiritual que a veces nos invade, que consiste en detectar sólo el rojo del sufrimiento que nos rodea y a tener una especie de incapacidad para detectar el verde esperanza que también está junto a nosotros.

También nosotros y nosotras, como las mujeres que acudieron aquella mañana de Pascua al sepulcro, podemos estar empeñados en buscar a Cristo en un lugar equivocado. Es en el corazón de la vida, en nuestra Galilea cotidiana donde podemos hallarle y reconocerle en la hondura de lo ordinario dotándolo de sentido y fuerza regeneradora. Como el ángel a las mujeres son muchos los mensajeros que pone nuestro camino para señalarnos que su lugar no es la muerte si no la vida, no es el llanto ni el duelo, sino la alegría. El Resucitado nos “primerea” en el amor y nos invita a involucrarnos con Él en la tarea de acompañar a las personas y hacer de la vida una fiesta permanente y no una pesadilla, a ser una iglesia “en salida” presente en los periferias que necesitan la luz del Evangelio (EG24, 20).
                                         Pepa Torres 



COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE LA PASCUA. REVISTA HOMILÉTICA (3)

 VIERNES SANTO.


La vida no es una improvisación. Nuestras decisiones más importantes tampoco son espontáneas sino que van precedidas de muchas otras pequeñas y cotidianas decisiones que van configurando el momento de la definitividad. Así le sucedió también a Jesús. Su modo de estar en la vida y relacionarse con la gente de forma compasiva y solidaria se le hizo “intolerable” a los poderosos de este mundo. Hay vidas y palabras que molestan, porque la fuerza transformadora del amor en ellas denuncia el desamor, la injusticia y la violencia y revela complicidades que no queremos ver. 

Hoy también, como proclama el papa Francisco, resultan “molestos” los reclamos por la solidaridad universal, la distribución justa de los bienes, la preservación de las fuentes de trabajo, el reconocimiento de la dignidad de los débiles y la dignidad de la tierra, en definitiva las exigencias de un Dios que se compromete con la justicia (EG 203, 215). Por eso celebrar la pasión de Cristo es tomar conciencia que Jesús “no murió”, sino que a Jesús “le arrancaron de la tierra de los vivos “( Is 53,8). Su muerte, como la de tantas personas hoy en nuestro mundo: tráfico de seres humanos, talleres clandestinos, accidentes laborales, violencia doméstica, rutas migratorias (EG 211) no fue “accidental”, sino que son “crónicas de una muerte anunciada “. La imagen del Siervo de Yahveh “despreciado y evitado por los hombres”,“desestimando” “maltratado”, juzgado injustamente se reproduce cotidianamente en nuestros ambientes. En nombre de Jesús se nos pide posicionarnos ante ellos con las entrañas compasivas y solidarias del Dios que es Padre y Madre de todos. 

Pero no toda cruz es redentora ni el sufrimiento en sí mismo es un valor ni algo deseable. A la cruz hay que mirarla siempre por dos lados: el de los crucificadores y el de las víctimas. Por el lado de los crucificadores hay que maldecir la cruz. Quizás nos hemos acostumbrado demasiado a aquello de “Salve Cruz, única esperanza”, y hemos olvidado que hay cruces que no son cristianas, sino legitimadoras del dolor y la injusticia que recae sobre las vidas de los inocentes. Nada más contrario al Dios todo compasivo de Jesús que la exaltación del sufrimiento por el sufrimiento. Dios no ama la Cruz, sino a los crucificados, por eso se pone en su lugar y no la rehúye, por eso el amor cristiano se concreta en la faena de bajar de la cruz a los crucificados y por eso paga el precio de la cruz, cruenta o incruenta.

Amar compasivamente al modo de Jesús hoy nos hace participes de su pasión en el mundo y nos impide caer en espiritualidades evasivas que no soportan la prueba del fracaso, la oscuridad ni el silencio. En la cruz Dio nos muestra la densidad más honda de su misterio. Un Dios que no sólo está a favor de las víctimas, sino “a merced de sus verdugos”. En la Cruz Dios expresa su máxima solidaridad y cercanía con las víctimas generando una esperanza que no está reñida con la oscuridad y las preguntas sin respuesta, una esperanza que no pasa por encima del desgarro humano. En la Cruz Dios sostiene a su Hijo y a toda la humanidad sufriente desde dentro de su corazón dolorido y despojado, ayudando a resistir y a encarar el sufrimiento, capacitando para que ni siquiera el propio dolor y abandono se conviertan en medida del mundo, sino que sea pro-existencia, entrega y donación amorosa hasta el fin. Es posible morir y vivir amando hasta el extremo.

                                         Pepa Torres 



COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE LA PASCUA. REVISTA HOMILÉTICA (2)

JUEVES SANTO

La compasión solidaria de Jesús se hace gesto y signo sacramental en la Eucaristía. La Eucaristía es la máxima expresión del “darse” de Cristo y de su gratuidad incondicional. Por eso como ha dicho el papa Francisco “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47).Si en la Pascua judía el signo de la acción liberadora de Dios es la sangre y el sacrificio, en la Última Cena lo es el cuerpo partido y repartido de Jesús, accesible a todos como alimento básico para la vida del mundo. Del mismo modo la Eucaristía no es algo “accidental” en la existencia de Jesús, sino que fue gestándose a lo largo de toda su vida y conduciéndole hacia la entrega total en sus palabras, en sus gestos y encuentros con la gente, especialmente con la más herida y vulnerada.

En el contexto cultural contemporáneo a Jesús el imaginario del banquete mesiánico (Is 25, 6-10) como el gran signo de la irrupción de la novedad de Dios en la historia tenía mucha fuerza entre los creyentes judíos. Por eso Jesús desde la experiencia inclusiva del amor compasivo del Abba, lo va a historizar y radicalizar tanto con sus parábolas (Mt 22,4) como con sus hechos: practicando una comensalidad abierta (Lc 15,2). Sus comidas con pecadores, publicanos y prostitutas inauguran un nuevo orden cuyo centro es el amor y la compasión más que la ley y las tradiciones excluyentes. Esta práctica de Jesús sitúa en condiciones de igualdad a todos los seres humanos en su accesibilidad Dios y a los bienes de la tierra. Por eso algunos teólogos y teólogas afirman a Jesús le mataron por su forma de compartir la mesa y por con quienes eligió hacerlo. 

Las comidas de Jesús quiebran la imagen de un Dios sólo para selectos y revelan aun Dios cuyo ser y hacer es misericordia en acción, compasión solidaria, cercanía e identificación con los y las excluidas. Pero la Ultima Cena de Jesús no es tampoco una de tantas comidas de Jesús, sino que tiene un carácter de “memorial” de “testamento”. Jesús es consciente que en torno a él se va cerrando un cerco y busca la intimidad con sus discípulos para compartirles los secretos de su corazón y para ratificar su deseo de entrega, de seguir adelante en la misión que el Abba le ha encomendado. Por eso La Última Cena es un compendio de lo que ha sido la vida de Jesús. Su originalidad radica también en que Jesús es el “anfitrión” y se presenta a la vez como “el que sirve”, algo absolutamente inusual en la mentalidad judía donde quienes servían en las comidas eran las mujeres, y los esclavos. Al hacerlo Jesús ocupa su lugar. 

Este mismo sentido es el que expresa el texto del Lavatorio. El testamento que Jesús nos deja a sus seguidores y seguidoras es el servicio. Este Jesús “agachado”, con jofaina y toalla en mano, rompe la dialéctica del amo y del esclavo y nos revela a un Dios identificado con los últimos, sirviendo desde abajo e inaugurando desde ese lugar la horizontalidad del Reino, la gran fiesta de la fraternidad humana. Celebrar la Eucaristía, comulgar a Cristo es identificarnos con su persona y su proyecto como servidores y servidoras de la fraternidad humana.“Haced esto en memoria mía”, es seguir actualizando la existencia al modo de Jesús. La Eucaristía no es un rito sino una dinámica existencial. Comer a Jesús es actualizar su memoria transformadora en nuestro mundo, por eso nunca es un tranquilizante, sino más bien un riesgo. 

¿A qué riesgos nos invitan hoy nuestras Eucaristías?.

                                                   Pepa Torres Pèrez 





COMENTARIOS A LAS LECTURAS DE LA PASCUA. REVISTA HOMILÉTICA (1)

DOMINGO DE RAMOS ( Mc 11, 1-10)  

El profeta Isaías nos recuerda que Dios no es impasible ante el sufrimiento y la injusticia de los inocentes. Por eso su Palabra, si nos abrimos a ella, tiene capacidad para espabilarnos el oído, avivar sensibilidades y despertarnos a una nueva conciencia en la que, como dice el papa Francisco, “los cristianos y cristianas corramos el riesgo del encuentro con el otro, con su presencia física, que siempre interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría, en un constante cuerpo a cuerpo (EG 88) y “prestemos atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad (…) aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios (EG 210).

sábado, 28 de marzo de 2015

Musulmán y violencia no son sin sinónimos


Miles de musulmanes y musulmanas  en el mundo, en el nombre de Allah
 anhelan la paz, la justicia, los Derechos Humanos y se comprometen con ellos.   

ISLAM NO ES SINÓNIMO DE VIOLENCIA 


lunes, 9 de marzo de 2015

8 DE MARZO (BLOG ENTREPARÉNTESIS)

    POR UNA GESTIÓN DE LA CRISIS CON PERSPECTIVA DE GÉNERO
Hace unos días acompañé a Afroza, una amiga bangladeshí, al médico. En su país era una pequeña empresaria que había organizado una cooperativa de ahorro con las mujeres de su barrio. Para salvar la vida tuvo que abandonar Bangladesh, dejar a su familia y buscar asilo político en Europa, cosa que le fue negada sistemáticamente, hasta que finalmente en España, consiguió la residencia por circunstancias excepcionales por arraigo, con un contrato de empleo doméstico. Afroza, como muchas otras mujeres en el mundo, celebraba el 8 de Marzo clandestinamente en su país. Por eso tomar la calle este día, ahora en Madrid, formando parte de la marea violeta, es para ella una fiesta de libertad y un antídoto contra la amnesia sobre lo costosas que son siempre las luchas de las mujeres en todos los países del mudo. Ese día se pone su mejores galas toma el megáfono y marca un ritmo que coreamos entre todas “porque sin nosotras no se mueve el mundo”.

sábado, 7 de marzo de 2015

DE RISAS, ESPIRITUALIDAD Y REVOLUCIONES (ALANDAR. MARZO 2015)

Hace unos días la portada del periódico Diagonal publicaba, que según un índice de la ONU, el estado español es el sexto país que más felicidad ha perdido desde el año 2007. La desigualdad, el estancamiento productivo y sus consecuencias en la convivencia cotidiana se identifican como sus causas. La noticia me recordó enseguida a un amigo cubano, que actualmente vive en Ecuador y que me dijo se marchaba a este país porque no soportaba más el ambiente de tristeza que nos rodeaba. Pero curiosamente ésta fue la misma razón que otra amiga española, poco antes de marcharse a trabajar a Inglaterra me compartió como motivo de su exilio: Aquí ya no hay alegría, aquí ya no hay futuro.Quizás por ello y para defender la alegría y no permitir que nos la arrebaten quienes quieren chafárnosla, nos juntamos el otro día un grupo de gentes de diferentes países y religiones para echarnos unas risas a partir de unos ejercicios de risoterapia que nos permitieron reírnos de nosotras mismas y desdramatizar angustias cotidianas. Un amigo musulmán nos dijo, entre otras cosas, que según el Corán quien hace reír al prójimo merece el Paraíso. Sin embargo, ¡que poco saben las religiones reírse de sí mismas, y que poco chance dejan al humor en las vidas de sus fieles! Lo mismo le pasa al cristianismo, aunque ahora estamos de enhorabuena porque el papa Francisco está empeñado en devolvernos la risa, la ternura y la projimidad como señas identitarias que hemos ido perdiendo por el camino y que nos urge recuperar.

CARTA A CARMEN, ACTIVISTA, LESBIANA Y CRISTIANA ( CRISTIANISMO Y JUSTICIA, FEBRERO 2015).


Querida Carmen :

Acabo de leer tu carta y como siempre, desde que te conozco me ha emocionado tu palabra honda, tu pensamiento crítico y tu convencimiento, que es también el mío, de que es urgente seguir apostando por la construcción de una iglesia y una sociedad liberadas del pecado de la homofobia. Me compartes en ella la sorpresa, la esperanza y también la ambigüedad que supusieron para ti las declaraciones del papa Francisco, sobre los homosexuales y el matrimonio de personas del mismo sexo hace un par de años [1]

Dices que tu primer sentimiento fue de “perplejidad gozosa” ante unas palabras que hace tiempo habías dejado de esperar de las autoridades eclesiásticas, ya que lo habitual suele ser el “maltrato” o la cosificación, quedar reducidos a “tema de catecismo o doctrina”, y negar vuestra radical dignidad de personas, hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas a imagen y semejanza del Amor, obra de su Espíritu diverso y portadores y portadoras de él como un don para la comunidad. Compartes también la experiencia de “alivio” inicial que te embargó, así como la fuerte “convicción interna” que experimentaste de que el Evangelio es verdad y no letra muerta, y que con la fuerza de su espíritu las palabras y obras de las cristianas y cristianos han de estar en continuidad con ella, algo que frecuentemente, dices en tu carta, cuesta historizar en la iglesia, de modo que más que una comunidad de amor se convierte en una “comunidad de ley” que expulsa a los y las diferentes.